Armando Galarraga, su juego “perfecto» y otro turno al bate

Jim Joyce y Armando Galarraga

El 2 de junio de 2010, el lanzador de los Tigres de Detroit, Armando Galarraga, derrotaba 3-0 a Cleveland y coqueteaba con la perfección cuando en la novena entrada retiró a los primeros dos bateadores y estaba a ley de un “out” para registrar el juego perfecto número 21 en los anales de las Mayores; a ley de un “out” para cubrirse de gloria. Desgraciadamente, en ese escenario se produjo una de las decisiones más erradas de un árbitro en la historia de Grandes Ligas. El “short stop” de Cleveland, Jason Donald, conectó un rodado por primera base que capturó Miguel Cabrera, quien le pasó la bola a Armando Galarraga, que cubrió la primera base para el tercer “out”. Fue ahí que afloró lo inesperado. Insólitamente, el árbitro de primera base, Jim Joyce, seleccionado en ese 2010 por los jugadores de Grandes Ligas como el mejor árbitro de las Mayores, se equivocó y decretó erróneamente que Jason Donald había llegado “safe” a primera. Uno de los sorprendidos por la bizarra decisión fue el propio Jason Donald, que se llevó ambas manos a la cabeza destilando incredulidad. Las imágenes de la jugada evidenciaron inequívocamente que la decisión de Jim Joyce fue incorrecta y sus consecuencias nefastas. Sin embargo, derrochando clase y prudencia, Galarraga no increpó al árbitro y se limitó a esbozar una espontánea e incrédula sonrisa. Regresó al montículo y terminó la faena retirando al próximo bateador. Más tarde en el vestuario, respondiendo a preguntas de periodistas, Galarraga dijo: “Nobody is perfect.” (Nadie es perfecto).

Esa misma noche, el árbitro Jim Joyce admitió que su decisión fue incorrecta y muy afectado expresó: “Fue la decisión más grande de mi carrera y la fallé. Le arruiné a ese chico su juego perfecto.»  La errónea decisión pudo subsanarse porque el Comisionado de Béisbol de las Grandes Ligas tenía la facultad para revocarla. Sin embargo, el entonces Comisionado Bud Selig se negó a intervenir y perpetuó con su abstención el incuestionable despojo del “juego perfecto” de Galarraga. Posteriormente, en el 2012, se lanzaron los últimos tres juegos perfectos de las Mayores: Phillip Hunter de la Medias Blancas (12 de abril de 2012), Matt Cain de San Francisco (13 de junio de 2012) y Félix Hernández de Seattle (15 de agosto de 2012). Dicho sea de paso, es la única vez que se han lanzado tres perfectos en un mismo año y el de Félix Hernández es el último y el número 23. Más tarde, Galarraga y el árbitro Jim Joyce, contribuyeron a la redacción del libro “Nobody Is Perfect” de Daniel Paisner.

En múltiples ocasiones, el árbitro admitió que se equivocó y su “mea culpa” (latín), hizo valer el adagio: “Es de humano el errar y de sabio el rectificar”. Ciertamente, las abrumadoras imágenes de la jugada evidencian que Jason Donald fue puesto fuera por más de un paso. Desafortunadamente, conociendo el entonces comisionado Bud Selig las admisiones del árbitro y habiendo observado las abrumadoras imágenes de la jugada, no ejerció su facultad y emuló a Poncio Pilato, “se lavó las manos”, perpetuando la injusticia. Para muchos amantes del béisbol, entre los que me incluyo, el error de juicio del árbitro y la omisión del Comisionado de intervenir mancharon la historia y las estadísticas de las Grandes Ligas.    

Afortunadamente, Galarraga tiene otro turno al bate y las Grandes Ligas la oportunidad de reivindicarse. Veamos.

La Universidad de Monmouth localizada enWest Long Branch,New Jersey,tiene en su currículo un curso que se titula: Ley y Sociedad. El profesor del curso, Lawrence Jones, es un juez retirado de la Corte Superior del Estado de New Jersey y amante del béisbol de las Grandes Ligas; ocasionalmente escribe artículos sobre las Mayores.   

El curso Ley y Sociedad, tiene como objetivo estudiar cómo las fuerzas sociales influyen en el derecho y como el derecho sirve de instrumento para el cambio social. En este interesante curso, el profesor Lawrence Jones utiliza casos de la vida real para que los estudiantes produzcan trabajos que puedan tener un impacto más allá del salón de clase.

Para el profesor Lawrence Jones, el caso de Armando Galarraga es ideal para analizar el espíritu de las reglas del béisbol, las facultades del Comisionado y su impacto social. A tono con ello, el pasado de otoño de 2021, el profesor Lawrence Jones escogió el caso de Armando Galarraga y lo presentó a los estudiantes de la clase Ley y Sociedad para que redactaran un escrito sobre su impacto social.

Dieciséis estudiantes del curso se dieron a la tarea de analizar el impacto social y jurídico del interesante caso de Galarraga. Inicialmente, los estudiantes lo analizaron individualmente y luego se dividieron en equipos. Elaboraron argumentos legales y generaron una videoconferencia (Zoom) con Armando Galarraga, que sintiéndose conmovido y agradecido por el trabajo de los estudiantes, contó su historia. Eventualmente, los estudiantes llegaron a una conclusión casi unánime: Debe revertirse la decisión del árbitro Jim Joyce y acreditársele a Galarraga un juego perfecto   

El informe de 80 páginas redactado por los estudiantes analiza el espíritu de las reglas y argumenta que no solo en los tribunales de justicia, sino en cualquier foro en el que una persona tiene la autoridad para emitir una decisión, debe ejercer su discreción con sensatez y dictar la decisión correcta. Ese informe ya fue enviado al Comisionado de MLB, Rob Manfred ya que además de procurar que se haga justicia, uno de los objetivos del curso es evaluar cuán flexible es realmente la ley.

La noción de que la decisión de un árbitro es definitiva, no es correcta. El 24 de julio de 1983, se enfrentaron los Yankees y los Reales de Kansas City en un juego que pasó a la historia como el “Pine Tar Game”. En la alta de la novena entrada, George Brett enfrentó al relevista Rich “El Ganso” Goosage y le conectó un jonrón para que los Reales tomaran ventaja en el juego 5-4. A instancias del dirigente de los Yankees, Billy Martin, el receptor Rick Cerone tomó el bate con el que Brett conectó el cuadrangular y se lo entregaron al árbitro principal, Tim McClelland, alegando que su longitud estaba impregnada con resina de pino más allá de las 18 pulgadas permitida y que, por tanto, el jonrón se produjo con un bate ilegal. Cabe destacar que Brett había utilizado el mismo bate durante sus cuatro (4) turnos previos en el juego. El árbitro principal Tim McClelland tenía la responsabilidad de decidir el reclamo del mánager de los Yankees basado en la regla 1.10(c) que estaba vigente para la época y que no permitía el uso de sustancias para mejorar el agarre del bate más allá de 18 pulgadas desde la base del bate. Al concluir que el bate tenía resina más allá de las 18 pulgadas permitidas (alrededor de 23 pulgadas), apuntó a Brett y lo declaró “out” culminando el partido con la victoria de los Yankees. Los Reales presentaron una protesta ante el presidente de la Liga Americana, Lee MacPhail, y este resolvió que Brett no usó la resina para que la pelota recorriera mayor distancia y revocó la decisión del árbitro Tim McClelland. Resolvió que, si un dirigente entiende que el bate está impregnado con resina más allá del área permitida, tiene que alegarlo al árbitro antes de que el bateador consuma su turno y no esperar, acomodaticiamente, al resultado del batazo. Lee MacPhail ordenó la reanudación del juego para el 18 de agosto de 1983. Este ejemplo ilustra cómo se puede dejar sin efecto la decisión de un árbitro.

Dicho sea de paso, para la reanudación del juego comparecieron cuatro árbitros distintos a los que actuaron el 24 de julio. A sabiendas de ello, Billy Martin modificó su alineación defensiva y colocó en el jardín central al lanzador Ron Guidry y en segunda base al zurdo Don Mattingly. Una vez se inició la reanudación del desafío, le ordenó al lanzador George Frazier (quien sustituyó a Rich Goosage) que se virara y lanzara sucesivamente a primera y segunda base alegando que George Brett no pisó ni la primera ni la segunda base durante su recorrido. Ambas apelaciones fueron rechazadas por los árbitros y Billy Martin protestó el juego arguyendo que por no estar el cuarteto de árbitros presentes cuando Brett recorrió las bases no podían determinar si las pisó o no. El astuto reclamo de Billy Martin fue desestimado porque anticipándose al mismo, el cuarteto original de árbitros había plasmado en el acta del juego el recorrido legal de las bases por parte de Brett.

Hasta 1990, si un lanzador tiraba nueve entradas sin permitir “hits”, se le acreditaba un “no-hitter”, aun cuando el juego se extendiera a entradas extras y le conectaran un “hit” en una entrada extra. Bastaba con que en las primeras nueve entradas no le conectaran “hits”. En 1991, las Grandes Ligas cambió la regla de un “no-hitter” y lo definió como un juego en el que un lanzador o lanzadores completan un juego de nueve entradas o más sin permitir “hit». Bajo esta nueva definición, la obra maestra del “Conejo” Harvey Haddix (26 de mayo de 1959), se convirtió en uno de los 12 “no-hitters” de “extra-innings” que fueron borrados de los libros de récords. La respuesta de Haddix fue: «Está bien. Sé lo que hice». Ese día, Haddix lanzó 12 entradas perfectas contra los Bravos de Milwaukee y esa labor es considerada por muchos como el mejor desempeño de un lanzador en la historia de las Grandes Ligas. Sin embargo, como la definición de un “no-hitter” de 1991 tenía carácter retroactivo, 31 años después, Haddix fue despojado de su gesta. 

Podría seguir abundando sobre decisiones de árbitros y de reglas que han sido revocadas o dejadas sin efecto en las Grandes Ligas, pero huelga. 

Lo cierto es que las circunstancias que rodean la joya monticular de Armando Galarraga son únicas; el corredor y el árbitro admitieron que la decisión fue incorrecta y la evidencia visual es abrumadora e indiscutible. Por ende, revertir la decisión del árbitro Jim Joyce no abrirá una caja de Pandora que promueva futuras reversiones de decisiones de los árbitros. 

En su escrito, los estudiantes citan atinadamente el caso de Westinghouse Electric Corp. v. United Electrical Radio Co., resuelto el 20 de abril de 1946, en el que en su opinión el Juez Horace Stern señaló sabiamente que «un mal sufrido sin un remedio es una mancha en la buena administración de justicia». 

Por otro lado, sabido es que la idea de cambiar una decisión tan trascendental no es bien vista por la cúpula de MLB que se caracteriza por sus reglas rígidas y el estricto celo por su historia. Pero si se aspira a ser celoso con la historia, atemperarla a la verdad y procurar justicia, la pregunta obligada es: ¿Se puede revocar la decisión sin causar daño? La respuesta es sí. Nuestro Tribunal Supremo resolvió en el caso de Sucn. Álvarez v. Secretario de Justicia, 150 DPR 252 (2000), que cualquier interpretación que resulte absurda al propósito por el cual fue creado un estatuto debe ser rechazada. En otras palabras, no se pueden perpetuar inequidades residuales por un culto a una “inmunidad” que no existe. 

El comisionado de béisbol conserva la facultad para revocar la decisión del árbitro Jim Joyce. Si Rob Manfred enlaza sus facultades a la sensatez, al celo por que prevalezca la verdad y al espíritu del juego, le haría justicia a Armando Galarraga y atemperaría lo ocurrido con la historia. De no hacerlo, perpetuaría la injusticia.

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