Roberto Clemente…ubicado en la historia según el mandato de Dios

Cuando un ser humano, por designios de Dios, desaparece del Globo Terráqueo inesperadamente…eso es una carga emocional que queda impresa con ‘tinta china’ en la memoria de otros seres humanos.

Máxime si hay una relación familiar, de respeto, de hermandad o de simple admiración. Eso aconteció con este servidor aquel 31 de diciembre del 1972, cuando Roberto Clemente hizo su gran transición.

Al día de hoy, sin exagerar, han transcurrido muy pocos días en que no pienso en Clemente. Lo recuerdo como mentor, hermano del alma, como una inspiración y punto de referencia al tomar decisiones importantes en la vida.

Lo que escribo hoy vino a mi mente pasada las tres de la madrugada hoy, 15 de febrero del 2020.

Intentaré compartir memorias del gran Pirata de Pittsburgh con la ayuda de mis archivos y encuentros personales con personas que también le conocieron dentro y fuera del béisbol.

La gran década de Roberto en Grandes Ligas fue la de los 1960 y a mediados de la misma respondiendo a preguntas del sobresaliente periodista Myron Cope, respondió, «Para mí…yo soy el mejor pelotero del Mundo. Y lo digo para mí…para mí mismo.»

Cope hizo claro el hecho de que Roberto, en ningún momento, menosprecio a otros baluartes históricos retirados o activos en esa época. Esa fue simplemente una forma de Roberto, con plena confianza, expresar su sentir. El Boricua dijo lo que sentía en lo más profundo de su ser con gran sinceridad.

El Roberto que conocí, entiendo dado su crecimiento en la religión Bautista, sin ser perfecto, intentó vivir una vida limpia. Respetaba mucho su cuerpo. Jamás le vi fumar y nunca le vi beber…aunque a lo mejor se daba su cerveza o un ‘palito’ de vez en cuando.

Cuando en enero del 2019, visité a su hermano Matino y esposa en Carolina, Puerto Rico, compartí además con sus hijas Jannette y Judith. Cuando mencioné que en una ocasión en el campo primaveral de los Piratas en Bradenton, Florida, Roberto me obsequió en su habitación una batida de huevos y jugo de uva «Welch» todos se rieron.

Creo que Jannette dijo algo como, «Es cierto…el preparaba batidas de todas clases.  Tenía muchas recetas inventadas por él, de batidas.»

Sobre el dormir, me dijo el jardinero derecho estelar, «Es importante para mí el dormir. Si no duermo bien…como que pierdo apetito.»

A eso, me dijo su esposa recientemente fallecida, Vera Cristina, en varias ocasiones, «Para Roberto dormir bien…la habitación tenía que estar totalmente oscura. Y cuando podía, también, le gustaba dormir sus siestas.»

Conocí a su galeno, Dr. Roberto Busó en Santurce, Puerto Rico, a mediados de los 1970. Su hija era mi amiga ya que fuimos parte de la familia de Eastern Airlines por buen tiempo. Un día sentí que un catarro me afectaría y su padre me atendió en su oficina muy cerca de mi hogar.

Tras recetar medicamentos comenzamos una larga charla beisbolera y entre otras cosas me comento, «El físico de Roberto poseía gran flexibilidad. Como casi todas las personas, él se preocupaba mucho por su salud…pero eso de que era hipocondriaco…no lo puedo respaldar. Un hipocondriaco no podría lograr lo que el logro por tantos años en el béisbol.»

Bobby Bragan dirigió a los Piratas de Pittsburgh (1956-1957) siendo Roberto un prometedor miembro de la novena. Por cosas de la vida, un hermano de Bobby, Frank, sirvió en el ejército de los Estados Unidos en Puerto Rico. Allí se casó con una dama Boricua y se quedaron a residir en Ponce, donde Frank fue un exitoso comerciante establecido en la Calle Atocha.

Cuando este servidor vino a trabajar con los Texas Rangers en el 1992, al poco tiempo Bobby se presentó en mi oficina ya que Frank le había indicado que éramos buenos amigos. Al poco tiempo Bobby y quien escribe formamos parte de «Buró de Oradores de los Rangers» y compartíamos con relativa frecuencia.

Un día tocamos el tema de Roberto Clemente pues el sabia de nuestra relación y entre otras cosas me comento, «Si Roberto hubiese jugado en alguna ciudad grande desde sus comienzos como Nueva York, Los Ángeles, Boston o Chicago….lo hubiesen comparado con grandes, grandes peloteros en la historia desde temprano en su carrera…desde que comenzó a establecerse allá para el 1960. Su amor hacia el juego, su brazo y su bateo estaban fuera de serie.

«Y déjame decirte…pudo haber conectado muchos más jonrones de los que conectó (240) si su estadio local (Forbes Field) no hubiese sido tan grande. Pero siendo inteligente, modificó su estilo de bateo…concentrándose en batear para todas las bandas…rolatas entre jugadores del cuadro interior y líneas en vez de buscar jonrones.»

En otra ocasión, cuando para el 1993, vino a compartir con el dirigente de los Rangers (Kevin Kennedy) el glorioso lanzador zurdo de los Dodgers, Sandy Koufax, Kevin le comentó de mi relación con Roberto. El pelotero más joven jamás en ser exaltado al Salón de la Fama (el en l972, a los 36 calendarios de vida) dijo jocosamente, «Los 1960 fueron de Roberto. Los lanzadores de los Dodgers bromeábamos en el sentido de que pensábamos de que la única forma de sacar de ‘out’ a Roberto era no lanzarle y si rodarle la bola por la tierra hacia el plato.»

Sobre su gran deseo de construir una «Ciudad Deportiva» me dijo tarde en los 1960, «Eso es lo que deseo…usar los deportes como un medio para mantener la unión familiar en Puerto Rico. No deseo la Ciudad Deportiva para hacer dinero. Y si de la Ciudad Deportiva sale talento en el deporte que sea de clase mundial…todo será mejor.

«Muchos políticos y comerciantes comparten conmigo…se retratan conmigo…pero ninguno ha ofrecido ayudarme para comenzar mi proyecto. Pasa el tiempo y se desaparecen. De ahora en adelante tu y yo vamos a trabajar para echar esto pa’lante.»

«Y cuando se logre la Ciudad Deportiva no quiero que lleve mi nombre.»

¡Su muerte, lamentablemente, no permitió ese último deseo!

Entre noviembre del 1971 y enero del 1972, me reuní con Roberto en su hogar, semanalmente durante noches, en la Urbanización San Agustín en Rio Piedras, para analizar y dejar en blanco y blanco y negro, lo que sería la «Ciudad Deportiva».

Finalmente en febrero del 1972, pavimente el camino para que se reuniera con George Plinton, Vice Presidente de Eastern Airlines con base en Miami, Florida, y así la línea aérea se convirtió en el primer gran respaldo del Boricua en eso de lograr su deseo prioritario.

Antes de la reunión con Plinton, me dijo Roberto, «No deseo dinero de Eastern…lo que deseo es que me ayuden a dejar saber en grande mis propósitos con la Ciudad Deportiva.»

De eso tiene muchos conocimientos nuestro mutuo amigo…el glorioso golfista, Juan «Chi-Chi» Rodríguez…felizmente residiendo en su retiro en el estado de Florida en unión a su distinguida esposa.

Al finalizar la temporada del 1972, Roberto Clemente nunca me manifestó que se quería retirar. Tenía solamente 38 calendarios de vida. Pienso que jugaría uno o dos temporadas más y que le gustaría mantenerse unido a los Piratas en alguna capacidad. Y para los que me han preguntado al pasar el tiempo…que yo recuerde, no creo estuviese inclinado a ser dirigente.

Como persona, no viviré por siempre en la Tierra. Este 2020 es mi calendario 75 de existencia y antes de que Dios requiera mi transición a Su otro plano espiritual, deseo de corazón…sin remuneración…compartir lo lindo de mis experiencias. Y eso incluye, con el pensar de «misión cumplida» en mi mente, lo afortunado que me siento de dejar hechos para la historia de un gran hombre nacido en Puerto Rico…un hombre que con sus dignos recuerdos honrará dignamente su generación en el «Mejor Béisbol del Mundo»….Roberto Clemente.

(FOTOS)—-El sábado 29 de enero del 1972, en el Hotel Puerto Rico Sheraton en Santurce, Roberto Clemente recibió de manos de Luis Rodríguez-Mayoral, izquierda, su undécimo Guante de Oro. En el centro, Mako Pérez, representante de la firma Rawlings en América Latina. El próximo día Roberto salió para Nueva York donde recibió el premio como Jugador Más Valioso de la Serie Mundial 1971. En la foto inferior, Roberto Clemente en sus días de gloria con los Piratas de Pittsburgh.

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