Mensaje poderoso de Roberto Clemente pocos días antes de su muerte

En la madrugada del 23 de diciembre de 1972, para ser exacto, a las 12:35 a. m. , un sismo de magnitud 6.2 en la escala Richter, destruyó Managua, capital de Nicaragua.  Luego de treinta largos segundos, el saldo fue de 19,000 muertos y 20,000 heridos. Unas 50,000 construcciones quedaron en escombros y más de 280,000 personas perdieron su hogar.

Cuando la noticia llegó a Puerto Rico, causó dolor en la población.  A uno de los que más le afectó fue a Roberto Clemente.  Este venía de estar en esa ciudad como dirigente de la Selección Nacional de Puerto Rico en el XX Campeonato Mundial de Béisbol Aficionado celebrado del 15 de noviembre al 5 de diciembre.  En esas tres semanas, Clemente cultivó muchas amistades, visitó hospitales y ayudó gente, algo común en él. 

Ese día, por la noche, se celebró en el Hotel San Jerónimo Hilton, hoy Condado Plaza Hilton, el Festival Codazos organizado por Osvaldo Agüero.  A los ganadores les daban el Premio Agüeybaná, que era el máximo honor en esos días.

El salón estaba cargado de energía.  El zumbido provocado por la cantidad de gente que estaba hablando a la vez, junto a la algarabía, caras de felicidad y camaradería, hacían el escenario perfecto.  Claro está, y las Navidades próximas a comenzar oficialmente.

Luis Vigoreaux, Osvaldo Agüero y Roberto Clemente

Dentro del marco antes descrito, Roberto Clemente y Luis Vigoreaux, se apartaron un poco y hablaron de lo sucedido en Nicaragua y así fue que el recordado locutor se lo contó a la periodista Elia G. Ramos, de la Revista Bohemia. «Roberto y yo coincidimos la noche del 23 de diciembre en el San Jerónimo Hilton, donde se le entregó un Premio Especial por el Consejo Superior de Arte.  Le pregunté si estaba enterado de lo que estaba sucediendo en Managua.  Al contestarme que sí, le pregunté sobre la idea de integrar un comité de ayuda.  Dispuesto siempre para toda buena causa, inmediatamente nos pusimos de acuerdo para ejecutar la idea.  Yo le hablé de la amistad que había hecho en el Congreso de Locutores de México con el representante de Nicaragua.  El me habló de todos los amigos que tenía por allá.  Más tarde llegó Ruth Fernández.  Ya en plano de ejecución, los dos conversamos con ella sobre el proyecto.  Como Roberto, nunca Ruth es remisa a obras de caridad.  Y allí mismo, en medio de la alegría de los artistas por los premios que recibían, nosotros tres en un aparte, coordinamos la actividad del día siguiente».

Fue así como nació el Comité Pro-Ayuda para Nicaragua.  En los próximos ocho días, Roberto y Vera, así como cientos de voluntarios, estarían recibiendo donativos para enviar a Nicaragua. 

Myrta Silva, Bob Leith y Roberto Clemente

Regresando a la ceremonia, Roberto y su esposa, Vera Cristina, estaban sentados en la mesa presidencial junto a Osvaldo Agüero.  Vera lucía un atuendo que Roberto le había comprado en Nicaragua.  Ambos lucían espectaculares.  Antes tantas estrellas de la televisión, la joven pareja brillaba con luz propia.

Clemente, quien estaba en el «pico» de su vida, sería recipiente de un Agüeybaná por su proeza de haber alcanzado los 3000 imparables, algo que hasta ese momento, solo diez jugadores habían logrado, ninguno de ellos latino.  Además, le reconocerían toda la labor social que hacía en Puerto Rico.

Entre los premiados esa noche, estaban Myrta Silva, Iris Chacón, Mona Marti, Angela Meyer, José Miguel Agrelot, Luis Vigoreaux, Nydia Caro, Danny Rivera: y en los deportes, Mariano Artau, Ernesto Díaz González y Emilio Huyke, entre muchos otros.

Roberto Clemente recibiendo el Premio Agüeybaná

Cuando anunciaron el Premio Especial para Clemente, fue ovacionado mientras se dirigía, junto a Vera, hacia la tarima.  Aunque no era el ambiente al que estaba acostumbrado, la seguridad en sí mismo, su inteligencia, acompañada de su preocupación por la sociedad puertorriqueña, lo llevó a pronunciar unas palabras que en el presente nos hace reflexionar profundamente que ha sucedido en Puerto Rico en los últimos 47 años.  Dijo Clemente: «Los artistas son maestros y su público son los discípulos. Sobre todo, la juventud son sus mejores discípulos.  Aquello que ustedes digan y hagan frente a las cámaras, es la enseñanza que ustedes transmiten a sus discípulos.  Es por eso que les pido que cuiden sus actuaciones».

El periodista Mario Barral reaccionó diciendo: «Esto, en boca de Clemente, debió estremecer a todos los artistas y debió calarles muy hondo.  Con el tiempo esas frases irán cobrando importancia y vigencia y el día llegará en que será meta inexorable del arte de todos los pueblos del mundo».

Ocho días después, falleció en un accidente de aviación llevando ayuda a los damnificados de Managua, Nicaragua.  Es propicio que saquemos un rato para meditar las palabras del Astro Boricua, pues Puerto Rico está pasando por uno de los momentos más difíciles de su historia y su mensaje aplica a todos.   

Agüeybaná otorgado a Roberto Clemente

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